Según Wordreference, la ansiedad es un “estado de angustia y temor que acompaña muchas enfermedades y que no permite el sosiego de quien la padece:”; sin embargo, mi cuerpo me advierte que es un parásito.
Empiezas a desconocerte. Sabes que TÚ no eres así. Desde hace unos minutos, horas o
incluso años ya lo dejaste de ser.
Repites sin cesar: NO ES MI CULPA, NO SOY ASÍ, POR FAVOR NO SE ALEJEN.
Duermes esperando a que Dios te lo saque, para volver a ser ese TÚ que tanto odias.
Sientes paz porque ya no lo has sentido.
Él sigue ahí, pero duerme. SHHH…
¿Podrías dejar de actuar como ese antiguo TÚ? Eso sólo lo despierta. ¿Acaso no te preocupas por ese pobre parásito?
Te sientes furioso porque sigue sin irse. Ahora es una extensión de ese TÚ.
Siempre estuvo ahí. Llevas años alimentándolo. Se preocupa por ti.
Eres incapaz de enfrentar el más ínfimo problema. Terminas en el suelo. Se te olvida lo básico: respirar y razonar. Los dos odian cuando te gritan que te tranquilices, lo justifican como una inocente idiotez. Esas voces te siguen insistiendo hasta que las dejar de oír, pues sólo escuchas tus sollozos y tu respiración entrecortada.
¿REALMENTE ESE TÚ SABÍA LIDIAR CON LAS COSAS? ¿SEGURO QUE NO TE
AFECTABAN?
Buscas vomitar a ese ser primigenio purificador.
Evitas confrontar a ese TÚ, el verdadero ser al que temes.
Ingieres cualquier cosa que los duerma. Ahora son un mismo ser. El seguirá ahí y seguirás alimentándolo, porque complaces a ese TÚ. Protegerás eso que tenemos desde pequeños, que nos destruye, pero que tenemos miedo de soltar.
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